La capital de La Moraña acogió el pasado domingo, 22 de abril, un paseo didáctico desde el molino ‘Quemao’ hasta el de Las Clarisas. Una actividad enmarcada en las III Jornadas de Naturaleza y Medio Ambiente’, organizadas por Galérida Ornítólogos de Ávila y La Alhóndiga.
El paseo comenzó en la plaza del Arrabal poniéndose ya de manifiesto algunos aspectos históricos acaecidos en torno al molino Quemao, relacionados con la enajenación y pública subasta del citado molino a los propietarios moriscos que lo poseían. El itinerario continuó por la calle Figones, antigua calle de la Peña Talaverana, donde se refirieron algunas anécdotas históricas relacionadas en esta calle, los nombres que tuvo a lo largo de la historia y su enclave, dentro de la trama urbana propia del antiguo barrio morisco de Arévalo.
Frente al Rincón del Diablo, ya en la cuesta del Arevalillo, el historiador Carlos Oviedo ofreció algunas explicaciones importantes sobre los diversos propietarios que tuvo el molino Quemao. Juan Carlos López expuso algunas consideraciones sobre la historia y la leyenda del ‘Rincón del Diablo’ y del puente de los Barros. Por su parte, Víctor Coello, hizo una breve pero interesante exposición sobre las distintas variedades arbóreas existentes en las riberas del Arevalillo, así como de las vías pecuarias que discurren por la margen izquierda del citado río y la enorme importancia histórica y medioambiental de las mismas.
Una vez frente al molino, Carlos Oviedo aportó de forma pormenorizada un buen número de datos históricos tanto de propiedad, como de fases constructivas, reconstrucciones, usos y características del mismo. Siguió el paseo por los puentes mudéjares de los Barros y de Medina, hasta llegar al castillo. Una vez arriba, junta a la bodega de Marolo Perotas, se habló sobre las leyendas, características y peculiaridades que rodean a esta, conocida como la del Arriero, y que perteneció a ese ilustre personaje arevalense, nacido un 23 de abril de 1896.
Por la plaza de San Pedro, la calle de Santa María, plaza de la Villa y calle de San Ignacio de Loyola se llegó hasta el Mirador del Adaja desde donde se divisa la silueta del molino de Las Clarisas situado en el paraje de la Pesquera. En este lugar, cruce importante de algunas de las calles más notorias de la antigua villa, tomó nuevamente la palabra Carlos Oviedo hablando de este molino, al que se nombra a menudo de forma errónea como de Álvaro de Luna, y contextualizando el mismo en el conjunto de molinos harineros que existieron en el río Adaja y de los que aún quedan algunos restos.
Terminó este recorrido con la observación de algunos grupos de golondrinas y vencejos y de una pareja de agilillas calzadas que contaron con las pertinentes y detalladas explicaciones de Víctor Coello.